Bitácora de viaje, Día 15 por MB

El día de hoy, empezó ayer, cuando J aceptó mi oferta de quedarme a pasar la noche en el hospital para que él pudiera descansar y despedir a su suegro cenando con él y Da. De las 10 noches que he pasado en Rochester y Minneapolis, a pesar de estar en dos lindos y lujosos hoteles con camas deliciosas que invitan al descanso, en ninguna dormí bien, ni de corrido…justo la noche de ayer, cuando se suponía que estaría pendiente de D, en el “cuarto de choferes” con una cama/catre con colchón forrado en plástico y un frío extremo, ¿por qué no? Dormí como bebé, de las 11 de la noche a las 7 AM. ¿ Esto afectará a mi expediente como “Nurse Mary”?...sean benevolentes conmigo, me ganó el cansancio.

Mientras yo estaba en los brazos de Morfeo, D se levantó más de 5 veces al baño, MI teléfono disparó una extraña alarma a las 12:30 de la noche que tuvo que ser apagada por la enfermera en turno y Ja el papá de D, vino a despedirse de ella antes de salir al aeropuerto y a dejarnos un rico y humeante café. Ninguno de estos eventos interrumpió mi sueño, ¿INCREIBLE NO?. 

Eso sí, tan pronto desperté traté de resarcir mi culpa, haciendo mis labores de cuidado “intensivo”, arreglándo un poco el cuarto, preparándo su café, sacándo la ropa que se pondría para salir del hospital, ordenándo nuestro desayuno y asistiéndola para bañarse y vestirse… antes de que nuestro atento y apuntado enfermero Collin (el mismo de ayer) se empecinara en hacerlo él mismo.

Cómo les había comentado, en este elegante piso del hospital tenemos una mesera y un chef a nuestras órdenes, y como “room service” nos trajeron el desayuno al cuarto, todo elegantísimo. Colocamos la mesa del hospital que se abre en dos partes y D de un lado sentada en su reposet y yo del otro de la mesa en una silla, desayunamos como “comadritas” jugando a tomar “tecito”. Todos aquí creen que estamos locas, porque la pasamos riendo a carcajadas, de todo tipo de tonterías sin importancia.

Justo en el momento en que J iba llegando, entró a la habitación el Dr. Deschamps, el mero mero que la operó, a pesar de que nos habían comentado que sería imposible que volviera a verla debido a su apretada agenda y múltiples compromisos como jefe de cirugía de la Mayo Clinic. Su visita fue muy buena, reafirmándoles a J y a D el éxito de la cirugía pero haciendo hincapié en que tomaría un par de meses en verse el resultado final. A pesar de su optimismo y calidez, la realidad es que no se escuchaba muy contento de darla de alta sin tener la certeza de haber controlado el tema de pérdida de líquidos.

Acto seguido, bañados, vestidos y alborotados… así nos quedamos como novias de pueblo, por que justo en el momento que “Prince nurse” estaba retirando el suero del ya moreteado brazo de D, entró una Dra. del equipo de Deschamps solicitándo que se le administraran 2 litros más de suero. Tan sólo en las últimas 24 horas, la niña eliminó un nuevo record de 12 litros de orina!!!, y eso visto en una fila de botellas de agua de litro Bonafont o la de su preferencia…es mucha agua. Para este punto, ya eran las 11 de la mañana y la cita que D tenía programada a las 2:45 PM con el Dr. Gosh para cerrar todo el tema estaba peligrando minuto a minuto.

Collin, J y la doctora que había pedido el suero, movieron cielo mar y tierra para que D pudiera conservar la cita, poniéndole un suero nuevo que iba tan rápido que el sonido de la caída de cada gota se escuchaba como un video juego de ataque alienígena, además de rogarle a la asistente del Dr. Gosh que le permitiera llegar un poco tarde, logrando que accediera. Pues todo eso fue inútil, cuando llegó la segunda decepción del día…Ya no sólo se trataba de administrarle el suero, ahora NO la dejarían salir, la decisión fue mantenerla una noche más en el hospital.

En ese momento, se acabaron las carreras, ya no había prisa. D resignada y dócil se quitó sus “happy shoes” (los tenis amarillos) y los cambió por sus pantuflas. En automático, J, Da y yo empezamos a tratar de acomodar las piezas de nuestro pequeño y cambiante rompecabezas logístico que consiste en ver de dónde y quién irá por los sándwiches del lunch del día, a qué hora y con quién se iría Da a hacer las compras que aún tenía pendientes, quién se quedaría a pasar la noche ahí y cómo acomodar todo esto sin dejar fuera el momento para ir a comprarle a D un helado de yogurt  non-fat, non sugar added.

Esa justamente fue la tercera decepción del día. Y bien dicen que la tercera es la vencida. Cuando J apareció por la puerta del cuarto SIN HELADO,  después de dos horas de haber salido de compras con Da, se desató la crisis de D. Su cuerpo y mente cansados de un largo día de decepciones, antecedido por todo un año de lo mismo, llegaron al punto de quiebre de D. No pudo, ni quiso contenerse. Lloró, se enojó y se desahogó. Su tolerancia a la frustración aunque admirable y muy superior a la de la mayoría de nosotros, también tiene un límite.

La decepción y frustración de D fueron tales que su servidora, Collin el enfermero, y la mesera del piso nos paramos de cabeza tratando de encontrarle a D el mentado helado. Sin éxito, decidí escribirle un chat a Da que aún estaba rondado por la ciudad haciendo sus compras, pidiéndole encarecidamente que buscara sin tregua un helado de yogurt. Y así fue!!! El héroe del día fue Da, cuando cruzó la puerta de la habitación con un gran helado de yogurt, non-fat, non sugar added, con fruta natural!.

La cara de D cambió, se animó y al poco rato había recuperado el buen humor. Es tanto lo que ya ha soportado, que la más mínima cosa puede desatar una crisis.
Así satisfecha con su helado y los demás con la sensación de haber puesto nuestro granito de arena para hacer este proceso un poco más llevadero para D, terminó el día 15 en Rochester.

Siguen las bajas en el Team D local, de los cuatro que quedaban…ya no más quedamos 3. Da vuelve a casa a primera hora de mañana.
 
 
 
 



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