Carta a D por Juan

Para D de Juan


Última parada: La Humildad Consciente, un regalo de Dios.

 

El viaje empieza un día cualquiera. Tu cuerpo empieza a mandar mensajes, te sientes diferente, no le das importancia pero sigues sintiéndote raro, no sabes por qué y al paso de unas cuantas horas, logra tu completa atención. Es el inicio de un viaje preparado exclusivamente para ti cuyo destino final he bautizado como La Humildad Consciente.

 

 La travesía te lleva por diversos paisajes, al inicio, pasas por el Valle de la Molestia, un lugar deshabitado, solo tú estás ahí y no sabes bien para dónde seguir, pero pronto llegan unos amables dolores que le muestran el camino, solo hay uno, una recta muy larga a la que llaman  la Esperanza de la Negación, porque creen que si pasas por ahí sin hacer caso de nada, "se te quita".  Nada más falso, para lo único que sirve esa recta, es para avanzar más rápido hacia una hermosa campiña verde llamada Aceptación. Ahí te encuentras con mucha gente conocida con quien compartir tus dudas y preocupaciones y además de pasar la noche, puedes aprovechar para deshacerte de algunas maletas que empiezan a llenarse y que, como solamente tienen ropa sucia, es mejor dejarlas encargadas para no seguirlas cargando. 

 

A la mañana siguiente, después del desayuno, estás totalmente listo para salir hacia la Cuesta de la Curación, un lugar en donde encontrarás diversas alternativas para pasar el tiempo aprendiendo sobre temas de medicina completamente nuevos para tí, sin lugar a dudas, obtendrás un beneficio cultural que, aunque no era exactamente lo que esperabas encontrar, no está de más llevarlo en la bolsa. Nunca sabes cuando lo puedes necesitar.  Esa tarde, a pesar del cansancio, te subes al tren para  pasar la noche en el Desfiladero de la Confusión.

 

Son las cuatro de la mañana, tus ojos se abren, tu cerebro identifica el lugar. Sí, sí estás ahí, si emprendiste el viaje, no fue un sueño.  Con toda tu energía intacta, antes de levantarte, dedicas un par de horas a pensar y darle la bienvenida primera vez un leve miedo, pero es solo miedo a lo desconocido, lo identificas, lo mides, lo miras de lejos y lo guardas en la maleta más pequeña, en el fondo, ahí donde pones las medicinas. Aún no lo sabes, pero ése es tu pase de abordar para poder llegar a la última parada.

 

La humildad tiene muchas caras, puedes ser humilde porque desde niño perdiste la oportunidad de no serlo y también puedes ser humilde por naturaleza, algunos son humildes por conveniencia, otros por necesidad, y otros más por su grandeza, pero pocos reciben el regalo de poder ser humildes conscientes.

 

El viaje continúa hacia el Cañon del Enojo, un lugar en el que encontrarás a tus familia y amigos, ahí te puedes enojar, o elegir disfrutar a tu gente, puedes descargarte con ellos o permitir que te acompañen, puedes hacer lo que quieras pero sabes que hagas lo que hagas, no puedes salir de ahí y al final del día estás cansado pero te tomas el tiempo para revisar tus pertenencias en la maleta más pequeña.

 

Después de varias semanas de viaje llegas al Desierto del Tratamiento.  Es un lugar tan grande e inhóspito que no alcanzas a ver el final, sin embargo sabes que en algún lugar termina y te maravillas de lo pequeño que te ves ahí y aunque no puedes verte desde lo alto, comprendes lo frágil que eres y lo pequeño que te ves frente a todos esos paisajes que no conocías, que solo habías visto en fotos y que jamás pensaste que visitarías.   Sin duda, es algo que agradeces simplemente por el hecho de saber que a pesar de ser tan pequeño e insignificante, estás ahí... vivo.

 

Al llegar al Túnel de salida, todo está oscuro, pero sabes que del otro lado está todo lo que te gusta, todo lo que disfrutas y que te hace sentir bien.  Tomas aire e inicias el camino, no se ve nada, pero escuchas a la gente que te quiere y que te espera del otro lado. Dentro de ese túnel, en un momento inesperado, recibes un regalo, el regalo de la humildad consciente, una que puedes usar conscientemente, que dominas y que usas a tu favor, una que te hace crecer, que te ayuda a entender al mundo y a las personitas que lo habitan, a entender que cuanto más pequeño seas, más grande te percibes ti mismo, una humildad que te pertenece.

 

Recuerdo cuando regrese de ese viaje. Afuera de mi casa, en las uniones de la banqueta nacían pequeñas tiras de pasto, eran solo dos o tres, las observé por mucho tiempo maravillado por el intenso color verde, me quedé inmóvil contemplando como el viento las movía y siempre regresaban a su lugar.  De pronto Me sentí afortunado por haberlas descubierto, por la perfección de la naturaleza, por poder estar de regreso en casa, en mi baqueta con mis pastitos, pero sobre todo por poder reconocer esas pequeñas cosas que te rodean y que conforman tu vida. eso es la Humildad Consciente, sin duda un regalo de Dios.  

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